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Heriberto Pieter (1884-1972): Un pionero del pictorialismo dominicano

El Dr. Heriberto Pieter, no necesita presentación profesional. Fue médico investigador, fundador de la Liga Dominicana Contra El Cáncer y Director del Instituto Oncológico de Santo Domingo. Se le reconoce como una gloria de la medicina dominicana.

Pero hay otro Heriberto Pieter que hemos ignorado por demasiado tiempo. Conocí personalmente su “alter-ego” una tarde de 1970, a raíz de una consulta; pues fue médico de cabecera de la familia de mi esposa desde principios de siglo y lo fue también de mi madre.

Esa tarde comenzó a decirme de sus inquietudes fotográficas, para mí fue tal sorpresa, y que había estado dedicado a la fotografía desde 1916 y lo estuvo hasta su muerte. Me mostró su cámara Kodak Reflex de doble objetivo y me explicó minuciosamente el proceso de copiado al bromoleo que estaba utilizando. En aquel momento yo no tenía la capacidad mental para aquilatar la importancia de ese hecho.

Su primera fotografía fue tomada durante la ocupación norteamericana de nuestro territorio nacional. Se trataba de una imagen-denuncia; un país prisionero dominicano brutalmente torturado y maltratado por militares extranjeros.

La fotografía y su negativo fueron enviados al gobierno de Washington como protesta. Es una lástima que se hayan perdido.

Heriberto Pieter siguió dedicado por varias décadas al arte de la fotografía, con apasionamiento y constancia envidiables. Su estilo se adhería a los gustos de su época. Encontramos vistas de sus viajes por Europa, Francia sobre todo, a la que consideraba su segunda patria. En la década del cuarenta observamos que redescubre el paisaje dominicano y sus gentes. Finalmente, quizás porque sus agotadores compromisos profesionales la impidieron viajar más, notamos con placer que su objetivo se dirige a los modestos detalles de su entorno, cafeteras y tarros con los que logra deliciosas composiciones.

Como todo pictorialista, la imagen fría del realismo fotográfico no era de su total agrado. Buscaba la suave impresión que ofrecía un desenfoque a ex profeso, la halación de la luz en los contornos, los tonos cálidos de los papeles de cloruro. En general, se pretendía que la fotografía se asemejara a un dibujo. El pictorialismo, es decir, la adherencia a principios estéticos que pertenecen a la pintura, nunca ha dejado de tener vigencia en la fotografía a nivel mundial, ni siquiera en la llamada de “vanguardia”. Sólo que ahora se nos presenta disimulado con ropajes de modismos supuestamente actuales pero cuyos orígenes pueden muchas veces trazarse a estilos muy antiguos.El Dr. Pieter no podía ser menos que un hijo de su tiempo, además de que era un decidido romántico y perdido idealista.

La Casa Fotográfica de Wifredo García, al inaugurarse, ha querido presentar un tributo a este callado y valioso fotógrafo dominicano. De este modo nuestra institución comienza su ciclo de exhibiciones sobre las obras de nuestros pioneros de la fotografía artística dominicana, para llenar los vacíos que hemos ido dejando en nuestra historia del arte.

Por Wifredo García
Primera exhibición de La Casa Fotográfica, para su apertura.
Santo Domingo, Febrero 25 de 1986.

A propósito de mis 30 años en fotografía

“Ningún hombre es una isla” señala el título de una obra de Thomas Merton. Aunque yo hubiere preferido ser la excepción, debo admitir que cuando se mira hacia atrás, con una visión de treinta años dedicado a cualquier labor, es inevitable reconocer la influencia y la perseverancia de muchas personas en nuestra vida. Naturalmente que están ahí la esposa y los hijos, los familiares y amigos, sin los cuales es probable que no seríamos ni la mitad de lo que hayamos podido alcanzar. Pero también están presentes, aunque sea en sus espíritus y en sus obras, tantos otros personajes relevantes de la fotografía y las artes, nacionales e internacionales, que han influido en el desarrollo del propio estilo. De manera que no puede uno considerarse como una personalidad original, lo cual constituye de por sí una bendición. Ser diferente se está convirtiendo en algo cada día más difícil.

El fotógrafo-filósofo-educador, Minor White, afirmaba que se requieren por lo menos veinte años para la formación de un fotógrafo. Gracias a Dios ya he pasado la marca. Sin embargo, me pregunto a veces en qué he invertido este tiempo y si habrá valido la pena. Quizá la respuesta no me corresponda darla. Después de todo, los que vienen detrás con toda seguridad habrán de superarnos, vamos unos pavimentando el camino de los otros. Un hecho que resulta en otra bendición.

Decía Víctor Hugo: “La forma es la esencia traída a la superficie”. Sin duda, el principio número uno para el desarrollo de un arte visual y, en efecto, para cualquier arte. Pero yo tengo además otra frase, esta vez de manufactura propia, que me guía en los quehaceres artísticos de mi fotografía: “El contenido es la forma”. Con esa misma orientación, se puede decir que lo que refuerza el contenido de la imagen fotográfica es su sentido del ritmo visual y la relación entre espacios, tonos, formas y valores. Es algo que he tenido que aprender como si fuera – y realmente lo es – una gramática visual. Pensamos que las reglas gramaticales son algo que solamente hay que aprender en el Lenguaje. No olvidemos, sin embargo, que la Fotografía es también un medio de comunicación para expresar ideas. De modo que de la misma manera que en las escuelas y academias se enseña historia, geografía o matemáticas, debiera también enseñarse, desde los primeros cursos, principios básicos para la educación de la visión y apreciación del arte.

Por otra parte, y esto es idea de Brassai, cada fotógrafo debe confinarse a sus propias y peculiares obsesiones, creando los tipos de imágenes que mejor expresen su personal carácter y sentimientos. Por ejemplo, las dunas de Weston, las personas anormales de Dianne Arbus, los paisajes grandilocuentes de Adams o las callejuelas parisinas de Atget. En cuanto a mí, quizá se haya tratado de una búsqueda insaciable para descubrir eso que llamamos “identidad” del dominicano y que, debo confesar, no sé si lo habré logrado.

Puestos ya en la vena del cuestionamiento personal, muchas veces he sido interrogado con respecto a si tengo preferencias acerca de la fotografía en Blanco/Negro sobre la de Color, o viceversa. Debo reiterar una vez más que el uso o la ausencia del color no tiene relación con el valor artístico de la obra fotográfica sino que es un factor que, más que nada, está dictado por su formulación temática. Aún más, para ciertos autores, el Blanco/Negro resulta más digno, otras veces más apropiado a sus personalidades. La preferencia irracionable de un medio sobre otro no deja de ser una afirmación aventurera. Es cierto que durante muchos años fue imposible convencer a los fotógrafos tradicionalistas de que el color es realmente una expresión válida para plasmar las ideas propias en fotografía. Ellos siempre tomaron una actitud muy negativa hacia este medio. Ansel Adams llegó a decir que el color es muy literal y no le daba oportunidad para una interpretación personal. Naturalmente, desde entonces las técnicas del copiado en color han progresado notablemente y en la actualidad sistemas como el Cibachrome son tan dúctiles como el Blanco/Negro. Se tiene una tremenda capacidad de libre creatividad para interpretación cuando es uno mismo quien se hace sus propios positivados a color. Las posibilidades son tantas como en los papeles en B/N y, en efecto, todavía mayores. En cuanto a mí, la presentación, a todo lo largo de mi carrera fotográfica, de fotografías realizadas en ambos medios, debe ser más que elocuente. Cuando decido realizar una imagen fotográfica en Blanco/Negro, o viceversa, sobre todo si es para su publicación impresa, estoy siempre convencido de que el medio elegido es el que mejor expresa mis ideas.

Otra pregunta que se me ha hecho es el porqué no me ha interesado nunca el dedicarme a la realización cinematográfica. Cierto, aunque en mi juventud tuve algunas incursiones en el medio fílmico, pronto descubrí que ese medio no me satisfacía. Tardé muchos años en encontrar la razón. En efecto, existe una diferencia, que requiere de actitudes mentales muy distintas, entre la fotografía y la cinematografía y la televisión. En el cine la imagen debe fluir como la palabra en un discurso. Por el contrario, en la fotografía la imagen debe ser estática y tiene que contender todo su significado en ella misma. En el cine el tiempo (24 fotos por segundo) es un elemento imprescindible para su ejecución. En la fotografía, el tiempo se ha detenido, de manera que es muy posible estudiarlo y reconocer los elementos expresivos de su contenido formal. Como vemos, dos medios tan diferentes que es preferible no mezclarlos.

En cuanto a la presente retrospectiva, me ha parecido conveniente mostrar obras realizadas en mis tres previas y bien diferenciadas décadas de labor. Es cierto que han sido vistas en otras ocasiones, de lo contrario no se trataría de una retrospectiva ni le permitiría al público más joven apreciar el trabajo ejecutado en tiempos en que quizá ni habían nacido. Además, una obra realizada con intenciones artísticas no puede confinarse a una sola exhibición. Como bien se dice, la fotografía es como un buen libro, que si no se lee por lo menos dos veces, no vale la pena.

Mi primera década comprende los años de 1958 a 1968. marca una etapa de crecimiento, de evolución individual personal y privada. Es el tiempo de la acumulación de conocimientos técnicos autodidactas, de exploración. No había casi contacto con el público, un resultado lógico de no haberse todavía uno encontrado a sí mismo. El grueso del trabajo le efectuaba en material diapositivo, que ya de por sí eran difícil de copiar para la época.

La siguiente década, 1968 a 1978, comienza con la fundación, en mi propia casa, del grupo “Jueves 68”. Ante la necesidad de atender los reclamos de los jóvenes fotógrafos – prácticamente la mayoría de los de ese grupo – que necesitaban de formación técnica y orientación artística, me incliné hacia una vocación de pedagogía fotográfica que ha durado hasta el presente. De esta manera me encontré realizado en la, a veces ingrata, labor de formar otros fotógrafos. De todos modos, es una tarea de la que nunca creo me arrepentiré. Esta fue también la década de mis primeras exposiciones individuales, de mis primeros premios importantes, de mis inicios como profesor de fotografía en las universidades, de mis primeras publicaciones.

En la última década, 1978 a 1988, se realizan algunas de mis más caras ilusiones. La fundación de Fotogrupo es una de ellas. Mucho más tarde logramos iniciar el ambicioso proyecto de La Casa Fotográfica, una entidad para los fotógrafos genuinamente interesados en su desarrollo intelectual y expresivo. Con su extensa biblioteca, su colección de cámaras históricas, sus laboratorios en B/N y color, la galería de exposiciones temporales, su museo de fotografías dominicanas y las constantes conferencias, giras, cursos y prácticas de estudio, ofrece a sus afiliados la oportunidad de encontrar un lugar propicio a su apertura expresiva. Porque reconocemos que, en muchos casos, la pobreza intelectual en el artista dominicano, ya sea pintor, fotógrafo, escultor o lo que fuere, es uno de esos lastres que no permite muchas veces tomar su obra en serio. Finalmente, ésta es la década de mis mayores satisfacciones, los premios más cotizados, las publicaciones más exitosas. Nos envuelve un profundo sentido de haber logrado algo.

Y ahora, la década que comienza en 1988. No sé si se completará. Sombras de enfermedad y funestos presagios requieren de toda la sonrisa de Dios. Cuando no se puede mirar hacia delante, nos queda solamente el consuelo de mirar hacia atrás. Si bien, como dice la canción, veinte años no es nada, y treinta tampoco. Quizá hay que pasar todo ese período simplemente para darse cuenta que la vida del hombre es poca cosa. Como brisa que ya pasó o polvillo que levanta, así he sido yo sobre esta tierra. Haber logrado algo en la brevedad del tiempo nos permitirá dormir en paz.

Por Wifredo García
Santo Domingo, Junio 15 de 1988.
En el 53vo. aniversario de vida y 30vo. en fotografía.

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